Salve su cuerpo - Libro
eBook | DOC | 333 páginas | español

Sobre el libro "Salve su cuerpo":

La medicina actual no se ocupa de la salud. Sólo le interesan las enfermedades. En el dominio del diagnóstico ha realizado progresos asombrosos. Se encuentra en condiciones de reconocer, de identificar enfermedades complejas, y de hacerlo con una precisión notable y en una fase cada vez más temprana. Nuevas técnicas de examen (ecografía, centellografía, resonancia nuclear magnética, etc.) permiten obtener imágenes de lesiones cada vez más pequeñas, ocultas en la profundidad del cuerpo. La cirugía se ha beneficiado con esos progresos: en la actualidad puede intervenir más tempranamente y eliminar las lesiones antes que hayan adquirido un desarrollo peligroso. Hoy domina la técnica de los injertos, que permite una supervivencia inesperada a pacientes aquejados de enfermedades, antes mortales, del corazón y los riñones. La medicina interna ha aprendido a tratar infecciones graves. Todos estos progresos nos permiten vivir más tiempo y superar muchas crisis de salud a lo largo de nuestra existencia, pero no disminuyen el número de enfermos. En efecto, nuestra época conoce una creciente multiplicidad de afecciones llamadas degenerativas, que pueden localizarse en cualquier órgano, tejido, célula o fragmento de éstas -enzima o gen-, y alterar sus funciones. Todos somos afectados por tales enfermedades. ¿Quién de nosotros tiene todavía, a los 40 años, todos los dientes intactos, no presenta anomalías visuales (¡la mitad de los alemanes usan en la actualidad lentes correctoras!), no padece de várices ni de problemas digestivos, no se ha visto aquejado, sobre todo en invierno y desde su primera juventud, de infecciones repetidas de las vías respiratorias o urinarias? Estas se curan gracias a la administración de antibióticos y después vuelven, infatigablemente. ¿Por qué? Para defendernos de los ataques microbianos poseemos un sistema inmunitario. En la actualidad, éste ya no funciona en forma correcta: o bien es deficiente, y entonces aparecen las enfermedades infecciosas, fastidiosas, triviales, que se repiten con breves intervalos o se vuelven crónicas; o bien es exuberante, lo cual culmina en fenómenos alérgicos (asma, urticaria, eccema, etc.) o bien en enfermedades autoinmunes, en las cuales el organismo ataca a sus propias células y tiende a destruirlas (lupus eritematoso, esclerosis en placas, etc.). Arteriosclerosis, arteritis, trombosis, embolias, infartos de miocardio, mastopatías (alteración estructural de la glándula mamaria, que hoy afecta a una mujer de cada dos), trastornos metabólicos y glandulares (entre ellos la obesidad y la diabetes, cada vez más frecuentes), afecciones del sistema nervioso central (enfermedad de Parkinson, esquizofrenia): todas estas dolencias han sido designadas como enfermedades de la civilización. Y la lista es incompleta. Resulta inquietante, en especial, para el futuro de nuestra raza, la multiplicación de los casos de esterilidad en las parejas jóvenes y la frecuencia cada vez mayor de malformaciones congénitas. La juventud actual es menos vigorosa de lo que lo fuimos nosotros, los mayores. Aunque los médicos de las fuerzas armadas han reducido las exigencias y las normas, el 52 por ciento de los norteamericanos son declarados hoy ineptos para el servicio militar. Y el mismo fenómeno se produce en otros países industrializados. -¿Por qué ya no puedo hacer correr a mis alumnos? ¡No tienen fuerzas para hacerlo! ¿Qué les pasa? -me preguntaba hace poco el profesor de cultura física de un colegio secundario francés, de unos 50 años de edad. Los servicios de salud se han desarrollado en todas partes al máximo: seguros mutuales, seguridad social y otros organismos garantizan la atención médica a todos los ciudadanos... La atención, pero no la salud. El perfeccionamiento de los métodos de investigación del organismo humano ha provocado un aumento del costo de la medicina, con una relación costo/utilidad en ocasiones tan elevada que la situación se vuelve inquietante, dado que, por medio de nuestras cotizaciones a las sociedades de seguros y el pago de nuestros impuestos, debemos asumir su carga. Además, las grandes enfermedades invalidantes de nuestra civilización -cáncer, artritis y artrosis, esclerosis en placas... - afectan a un número cada vez mayor de personas, y la medicina no logra detener esa progresión. Sólo les opone medidas aleatorias, sintomáticas, y paliativos, prótesis químicas de eficacia temporaria o medios agresivos y mutilantes. En el camino que ha elegido la medicina parece haber llegado a sus límites, o casi. Sería urgente hacer algo más, ¿pero cómo? Cuando su cuerpo ya no funciona como debería, el hombre de hoy confía en la medicina, tal como confía en el mecánico cuando su coche ya no funciona, en el electricista cuando uno de sus artefactos sufre algún desperfecto. No cabe duda de que la medicina seguirá siendo útil para reparar tal o cual deterioro. Pero nuestro futuro no depende del perfeccionamiento de los medios de reparación. La salud del hombre del siglo XX se deteriora con un ritmo tal que si queremos evitar el desastre todos debemos tomar el problema entre nuestras manos, aprender, no a cuidar enfermedades, sino a no tenerlas, a administrar correctamente nuestro cuerpo. Existe la técnica para ello. Da excelentes resultados. Se trata de adquirirla y de mantenerse fieles a ella. ¡Ciudadanos y ciudadanas del mundo, ocúpense de ustedes para conquistar la salud, háganlo por amor a sí mismos, a sus seres más próximos, a sus hijos actuales y a los futuros! ¡Hoy están en condiciones de hacerlo!.
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